sábado, diciembre 27, 2008

Suicidio colectivo

-¡A tu salud, pa! ¡Ja ja! En serio, qué bueno que nos hayamos decidido al fin a hacer esto. ¡Vos y yo, una azotea, la luna, el frío, el tabaco! Conozco mucha gente que daría buena parte de lo que cree poseer por contar con un verdadero amigo como padre. En este mundo tapizado de mierda humana, pá, no podemos quedarnos con los brazos cruzados. ¡Y hemos hecho de todo! Vimos eclipses, iglesias, a los hombres/preprogramados y a los hombres/bestias, me permitiste destrozar mi cráneo contra los más purulentos errores. Me mostraste la venganza, y la familia como único tesoro.

-...

-¡Ah!, descanse en paz mi santa madre. ¡Así es, santa...! ¿Sabés? Me gusta imaginármela con un borrón áureo bordeando su silueta, con los brazos abiertos, y con los ojos enrojecidos.

- ...

-¡Qué más da! Hicimos lo que tuvimos que hacer. ¡La azotea, la luna, la venganza, el whisky, el tabaco, el cáncer del hígado, el miedo a las alturas! Ya nada importa lo que aparenta padre, nada, nunca en la vida realmente importó lo que creímos... Lo que debíamos hacer, lo hicimos.

-...

-¿Que me calle? Sí, tenés razón, como casi siempre. El silencio sólo satisface a los dichosos y a los desgraciados. ¡Ja!, entonces callaremos por ambas vías, porque no se si me arde la dicha en la garganta o si es la desgracia la que fornica con mis oídos y tráquea.

-...

-Mirá, ya casi amananece... ¿Pa?

-...

-Cuatro botellas, más que suficiente. Me despido desde arriba, y vos, desde adentro.

-¡Nos vemos en el infierno, princesa!

-...