domingo, diciembre 24, 2006

Buenos deseos

Hoy quiero escribir unas cuantas letras acerca de estos días maravillosos. No se si ustedes compartan mi sensación. Las lucecitas en el frontispicio y el arbolito que hoy encendimos a las 7 de la mañana, el pannetone saliendo de su caja inundado la casa de emanaciones vestidas de vainilla, las ansias y el tiempo denso que queman el corazón de mi hermanita porque todavía son las nueve de la noche y la media noche parece tardarse cada vez más... es todo tan alegre, tan ligero, la falta de nieve no es la razón del calor que cobija los hogares. Pero lo que me parece mas loable y notable es la enorme cantidad de sentimientos que estas fechas despiertan, o más bien, que los hombres se permiten sentir en estos dias. El maravilloso calor de un abrazo luego de una larga ausencia, o la mesa servida a las doce de la noche. ¿Quién ha visto algo más hermoso que la pupila resplandeciente de un niño, el brillo inmenso que su cara descubre al quitarle a esa gran caja su envoltorio de colores? ¿Cuándo es sino en esta noche en que vemos colores sobre la inmensidad oscura y nos sentimos enormes, felices, sin siquiera preguntarnos como es que un montón de lucecitas nos hacen la vida mas placentera? Es increíble como es que puede haber tanta felicidad reunida en el minuto en que el cielo resplandece. Es contagioso, el calor y la alegría usan las miradas para trasladarse de alma en alma, comenzando por el niño y su espada nueva, y por con el anciano abuelo disfrutando de esa joven sonrisita que le recordó que sigue vivo y que Dios le ha dado una razón mas para seguir viviendo. Si, todo esto es maravilloso.

Muchos de ustedes quizá estén aprovechando para dar alguna limosna, para dejar el cambio sobre el mostrador, para llamar a un viejo amigo. Es algo muy reconfortante, te recuerda que estas aquí, que estás vivo, que otra Navidad llega y, así, otro año acaba. Pero consideremos específicamente las acciones de los que algunas personas toman en estas fechas. Y no, no forma parte de mis intenciones dar el discurso de dar limosna a escondidas o del verdadero significado de la Navidad. Tan sólo deseo que fueran los ojos de los hombres menos ciegos al abrir sus ojos y más observadores al cerrarlos. Deseo que nos fijemos que lo que en un principio fue una serie de movidas políticas y comerciales es lo que nos ha llevado a ser y sentirnos así hoy, a vivir, a ser más felices. Deseo que el mundo sea consciente que esta mejoría en su condición nace de hombres que pensaron, que manejaron y analizaron a las masas. Que pensemos, gritemos que, considerando esto, no es necesaria una tarjeta Hallmark o una corona en la puerta para sentirnos plenos, para compartir, para respirar hondo y sentir el rocío, para ser felices, pero que parece que nos reserváramos y esperáramos esta fecha todo el año como excusa para sentirnos más humanos. Señores, hoy quiero decirles que no necesitamos de excusas comerciales para disfrutar del mundo y de la vida. Tomemos esta Nochebuena como patrón, amigos míos, y seamos felices por la eternidad.

Es mi más sincero deseo que gocen de una muy Feliz Navidad y un año nuevo lleno de éxitos y prosperidad.

=)

martes, diciembre 12, 2006

Memorias grises


Descansa inerte sobre la mesa aquella rosa que me diste al partir. A medida que esa flor se marchita, las memorias se vuelven más vivas, más placenteras, ligeras potencias del alma, pequeñas llamitas de escenas que no acaban de extinguirse mientras se les ofrezca algo de aire, pues el telón nunca acaba de caer. Los pétalos se desprenden con los días y los meses, pero no se precipitan, sino que levitan, demasiado preciosos para caer sobre fango del olvido. Descansa grisácea sobre la mesa negra, escenario de una muerte lenta y maravillosa. Soy el apacible espectador que desde su butaca guarda en silencio sus críticas para el final. Por ahora, me limito a disfrutar del espectáculo.

sábado, noviembre 25, 2006

Prohibamos el amor

En una banca solitaria me hallo sentado
sin más compañía que en mis oídos el viento alado
pensando en la voz de una niña que se me ha acercado
y por un momento impávida mi alma ha dejado.

Con infinita inocencia hacia mi caminó
y su pequeña vocecita preguntó:
¿Sabe usted como seria este un mundo mejor?
Y ante mi negativa respondió:
estaríamos mejor, si prohibiéramos el amor.

No lo pude evitar, sonreí extrañado ante la sugerencia.
Me pareció curiosa, realmente extraña en esencia;
revoloteaba su vocecita en el aire con impaciencia:
Prohibir el amor, una locura era, en apariencia.

La idea daba vueltas en mi cabeza,
debido, quizá, a su evidente rareza.
Pensé en el acto que, si prohibiéramos el amor,
nada quedaría además de oscuro dolor.

Pero luego otra idea a mi mente vino:
la contradicción es parte de la cultura en la que vivo,
hacemos exactamente lo que nos está prohibido,
Eva su mal por las eras ha expandido.

Si el amor prohibiera algún gobernante
el no amar seria no menos que aberrante, torturante,
rebeldes y revolucionarios serian los amantes,
y valientes a gritos amarían, no habrían almas vacilantes.

Al oprimir bajo la ley a los corazones,
serían todos aventureros, eternamente jóvenes
y, haciendo caso omiso a las prohibiciones
construirían de amor sus propias armazones.

¿Y que pasaría con los que amando fueran pillados?
No importaría, pues por humanos serian custodiados,
que, igual que los encerrados, necesitan amar y ser amados,
y por sus mismos carceleros serian liberados.

No existiría entonces caos más hermoso que el amor,
ciudades y sembradíos inundados de pasión y de locura
habitadas por hombres que en un momento de cordura
prohibieron el amor y ahora claman por él con amargura.

Pero, ¡hermosa realidad!, el amor no está prohibido
¿porqué entonces los hombres, no amamos como es debido?
Si nos fijamos, en corazas mentales el amor es oprimido
pues estúpido es el hombre y se averguenza de su condición:
no tiene más recurso que el amor para rescatar su alma del olvido.

La niña que hoy tocó mi alma ahora juega tranquila
a las princesas que cautivas se asoman en constante vigilia
cuidando y vigilando a ésta niña que cual estrella titila,
riendo, prohibiendo el amor, derrochando amor por la vida.

Luego de estas reflexiones he tomado la decisión
de quitarme la máscara que marchita la pasión,
y de hacer un poco de uso de la imaginación:
prohibir el amor y, acto seguido
hacer caso omiso a la prohibición.

domingo, noviembre 19, 2006

Hombres sin voces

Hombres sin voces que sus gritos amortiguan,
escuchen la oda a su triste miseria,
pues soy, en esencia, sus silencios y sus anhelos
sus razones perdidas, su vana existencia.
Tan sólo escuchad, hombres sin canto
ciegos y viles, sin sonido y sin llanto
¿a qué le llaman ustedes justicia?

Hombres sin razón,
Triste rebaño por fantasías dirigido
pastores que prometen comida y abrigo,
¡Planicies enteras de promesas y olvido!
¡Enormes llanuras putrefactas y marchitas!
Democracias vacías, inútiles, ¡infinitas!
Sacuden sus coces falacias y esperanzas,
¡Entierran sus muertos con promesas de venganza!

No me vean así, falsas mentes piadosas.
¡Apiádense de ustedes, yaciendo en comunes fosas!
Ríanse, cobardes, que se oigan sus risas.
El eco les toca, les duele: ¡Les paraliza!

Y ahora aléjense un poco: el suelo está ya por arder.
He dicho lo necesario, el resto es ya de su saber.
Pues muchos sabios han desenterrado la verdad de sus almas
antes que yo,
Dulces almas de acero que algún pastor destruyó.

Despreciables son, hombres considerados,
que escuchan al moribundo suicida y demacrado
Ojalá vuelvan a su mundo sombrío y compongan un cantar...
Quizá, amigos mios, sus voces vuelvan a sonar.

domingo, octubre 29, 2006

Epitafios de un viajero sediento

Fluyes amable en todo momento, río caudaloso, ajetreado y constante, anónimo y triste. Mientras tus azules destellos rozan las ramas y las flores cual sonrisas, acuden a ti cuando te calmas, río tormentoso, las criaturas perdidas y marchitas... cuando la noche, tan fría, tan húmeda, la única que te ha domado, te vigila y en ti observa su rostro de sombras y su sonrisa menguante. Se observan las criaturas, se pierden en su propio reflejo. Tú les indicas su camino, les acaricias, les seduces con tus dedos húmedos, suaves, de rocío, y se quedan como hipnotizados, por tanto tiempo que no saben ya en dónde se encuentran, no saben si su alma se ha quedado atrapada bajo tus aguas… Y se preguntan entonces si todos tus destellos y sonrisas diurnas son en realidad almas que por fin descansan luego de visitarte. Intentan entonces acariciarte en su propio reflejo, pero se rompe en mil círculos cobardes, concéntricos... ¡Qué ingenuas! Tan ingenuas son estas criaturas que creen que tomando algunas gotas de tu cuerpo acabarán con esa monstruosa sed que las tortura desde hace tanto tiempo. Y cuando te beben, pierden lo poco que de ellas quedaba… pero tú, río traidor, las abrazas con tanta pasión, con tanto calor, los abrumas, los envuelves de paz efímera, sienten que las proteges, mientras las arrastras hacia tus adentros… y piensan estos seres que su vacío es llenado por tu tierna compasión y no se resisten, ni niegan, ni luchan, sólo inhalan... y sus cuerpos solos, tan solos como siempre, se llenan de ti, pues te tragas sus almas... Malvado eres, río desolado, que calmas tu sed con iras desoldadas, que ahogas tu llanto en el reflejo de esas pobres criaturas de la noche... Tan cruel eres, que te alimentas de tristezas, de ilusiones y furias, de agonías que no te pertenecen, ni han de pertenecerte jamás. Pero no te sientas culpable: la inmensa paz que tú no posees protege a estas almas de tu infinita avaricia. No llores, río perdido, confuso y sin rumbo... descansa en tu cauce mientras el océano devora tus miserias y acaba con tu acuosa soledad.

miércoles, octubre 18, 2006

Viejas penas

Corta cual dagas el viento suspirando en el campo. Tañen las rocas al juntarse a ciegas entre las sombras. Y corro. Y huyo y me canso. Y me hastío y lloro. Y caigo en el pasto y mis ojos escudriñan la niebla y el agua salada de mi asquerosa confusión, inundando las flores que, protegiéndose, cierran sus aromas centrales a la noche y a los fugitivos. Y pesan las penas, me aplastan el pecho, incineran mis pulmones, paralizan mi nuca.

Y luego de lo que me parecieron cinco largos siglos llega por fin la noche ligera. La noche sutil, la noche marchita. Y llora conmigo al principio, pero toma mi lugar y me impide o me prohíbe llorar. Gime por mí, se desgarra por mí... De repente se vuelve frágil, una extraña luz la atraviesa, se hace transparente... los pájaros curiosos la quiebran con la punta de sus alas y se la tragan con el roce de sus picos y el eco del reloj de mis entrañas parece gritarle a la noche traidora que lo deje en paz, que deje a su tiempo avanzar uniforme, constante, como es su vieja costumbre... y en respuesta grita y sufre la noche, mientras yo observo impávida su extraño comportamiento y me volteo luego hacia la niebla difuminada, a mi pavor huidizo, al rocío espolvoreado, a mi cobardía pulverizada, a las rosas solitarias, a la angustia de mis años, a los sabios sauces que hasta el momento todo vigilaban, a mi ignorancia, a la oscuridad y a mi reflejo desconocido, a mis risas, a mis dudas, a mis besos, a mis pasos...

E inhalo de repente, a bocanadas, como si los manjares del aire fueran novedad en mis pulmones. Y me pongo en pie, sorprendida, con mis viejas penas sobre mi cabeza que aún da vueltas... Y subo mi mirada... la niebla huye, maldice a las estrellas, y siento en mi pecho la fría caricia de la noche, ya calma...
¡Ah mis penas!... La noche las contempló, las tomó, las acarició, me las robó, las sufrió y a las tinieblas las arrojó.

¡Qué buena es la noche! A mis penas se llevó.

Andrea Grimaldi.

domingo, octubre 15, 2006

Bailarines en la Oscuridad

Admiro ahora a través de esta ventana humedecida al inmenso manto gris que entristece al cielo y que sufre las largas horas de calor sofocante. Mientras, el humo que escapa de mi boca inunda el ambiente y hace este día oscuro aún más borroso y amorfo. Siempre me ha parecido interesante cual fue el origen del inmenso deseo del hombre por escapar de su propio cuerpo aunque sea por un instante y observarlo desde fuera, desde otro criterio, detrás de otros ojos, a través de plantas y pastillas. Es un deseo casi insaciable por huir de sí mismo y que usualmente pasa desapercibido, permanece oculto hasta el momento justo en que detiene por un momento su rutinaria vida, baja la mirada, observa su cuerpo y se da cuenta que no es más que una triste jaula de carne, un patético conjunto de constantes necesidades físicas, un montón de costumbres, tan primitivo, tan mecánico… y una desesperación ingenua se apodera de cada neurona por alejarse de todo a lo que pueda llamarse identidad. Es como si todo ser humano se aburriera del conformismo y necesitara en algún momento de su vida desprender su mente de su cuerpo, jugar con ella, moldearla a cualquier otra circunstancia, llevarla a lugares increíbles, alejados, en donde la elección de esos lugares tiene mucho que ver con los anhelos más profundos e íntimos de cada persona. Podría ser algún en algún punto oscuro y olvidado del espacio, alguna extraña estrella en donde sólo haya un intenso frío, o a la cima más remota que jamás haya existido, o al precioso centro azul de alguna llama huidiza, o al fondo del más profundo abismo, en donde las sombras se ofrezcan de lecho y el cielo parezca aún más lejano… es ahí, justo en ese pequeño y generoso momento, en el que la mente por fin huye de aquella triste prisión, disfruta, toma exactamente la forma de ese humo azul que baila en la oscuridad y baila con él y asciende con él… y observa lo patético de ese cuerpo que espera ahí parado como en un trance, con una expresión estúpida, con los ojos vacíos y no podría ser la mente más feliz… y lo manifiesta junto al humo, danzando con los más sublimes movimientos… hasta que en algún momento de esta alegre y reconfortante comparsa, el cigarro termina de consumirse, el carcelero Rutina vuelve del necesario descanso y la jaula vuelve a cerrarse hasta la hora del cafecito.

Andrea Grimaldi.

viernes, octubre 06, 2006

El Malecón del Salado



Hace una semana, la luna sonreía así sobre las aguas calmas de Guayaquil, junto al Malecón.

jueves, octubre 05, 2006

Luces abismales

Se sentó con calma sobre la piedra más alta luego de haber caminado toda la noche, en un lejano amanecer de octubre. ¡Qué hermosa vista! Estando a la orilla del acantilado, sentía que se encontraba al borde del abismo más maravilloso del mundo. Tiernas partículas de rocío marino penetraban en sus arrugas y en sus rojizos y cansados ojos, y finos vestigios de cicatrices marcaban cada suceso que dió forma a su existir. Sólo esperaba la señal sin mover un sólo músculo. Podía estar sentado ahí de por vida.

De pronto, justo cuando el sol observaba directamente sobre su cabeza, abrió los brazos tanto como pudo y los cruzó de repente fuertemente sobre su pecho: abrazaba a un mundo iluminado, al cielo infinito, a las maravillas del universo, a un universo maravilloso, a las gaviotas huidizas, al solitario barco en la lejanía, a las algas marchitas, a las velas, a las olas... Luego de permanecer así un rato, bajó los brazos y mantúvose quieto cual estatua, con la mirada dirigida al sol, fija y agradecida. Permaneció con la vista fija hacia el horizonte y ni siquiera la poderosa presencia de la primera estrella lo sacó de su precioso trance. Mientras miraba al sol, clamaba poder verlo por siempre, congelar ese momento en el espacio, dormir inhalando el vacío, vivir en un eterno sueño de soles...

Cuando el sol se fue, el acantilado que a este hombre había invocado arrastró su cansado cuerpo hacia un interminable abismo de luces... y su cuerpo fue hallado hasta que otro crédulo se acercó a la roca para admirar al sol.

Andrea Grimaldi.

miércoles, octubre 04, 2006

La Luna

Sólo la luz plateada de la luna compite con los fuegos distantes para iluminar la noche. Arden las ciudades, y desde la distancia se puede olvidar que entre las llamas hay demasiada gente, extenuantes gritos, extintas pasiones y dormidas tragedias. Si miramos fijamente las hogueras lejanas, podremos ver como el fuego adopta formas, baila alegremente, se precipita, se exhaspera. Si levantamos entonces los ojos a la luna, notaremos su nostalgia, su paciente mirada, su extrema quietud, su forma extraña de iluminar el caos.

Sólo la lágrima que brota de las tinieblas detiene al fuego en su fulgor. La gente se separa, se detiene, inhala rocío y levanta la vista. La luna sonríe por fin.

Andrea Grimaldi.

Verdades

En fin... todos y cada uno de los post que en este blog aparezcan dependen totalmente de las circunstancias y de mis pensamientos... si en el proceso ofendo a alguno de mis lectores, mis sinceras disculpas de antemano. Será este modesto blog mi forma de descargar mis alegrías, mis iras, mis miedos, mis faltas. Nada de lo que aquí se lea faltará a la verdad en ninguna de sus formas.

Andrea Grimaldi.

domingo, octubre 01, 2006

A ti

Te escribo no por responderte, ni por esbozar alguna triste disculpa desde la ingrata y extraña lejanía. Te escribo más bien porque mi reloj se desangró hace ya algún tiempo y porque en la escala ausente en la que vivo funciona mi mente y mi razonamiento. Quiero que sepas que he aprendido mucho durante mi ausencia. Resonaron tus palabras como susurro en el ciberespacio, en mi cabeza, justo antes de huir hacia aquel inexistente intento de representar un país al que no amo. No te extraño, sería imposible. Pero mi reloj, que lejos de apoyarse en mi muñeca se sostiene aún por pensamientos soterrados, charla conmigo cada uno de los segundos. Resuenan sus doloros pasos, en el calvario infinito del tiempo. Tus palabras solo hicieron su carga más pesada y su entierro más profundo. Te escribo porque te extrañaré y porque así como es efímera e invisible la comunicación que hasta ahora hemos tenido, es pesada y dolorosa la carga de la sangre de mi reloj. No, tampoco te extraño. Pero cuando te vea, te extrañaré el resto de mi tiempo.

Andrea.

sábado, septiembre 30, 2006

Un regalo

Soy bastante exigente en cuanto a una pareja se refiere, quizá demasiado. Ya muchos me han dicho que soy una persona bastante fría. En parte es cierto, tengo una especie de caparazón de hielo. Quizá es porque creo en la entrega total del alma, aunque no necesariamente eterna. Es el amor algo tan sublime, tan versátil, tan infalible.

En mi reciente viaje a Ecuador tuve la oportunidad de conocer a ésa persona, ése complemento que todo ser humano busca y necesita. Es extraño que la vida me haya llevado a conocerlo en aquellas circunstancias, en las que el tiempo total que compartimos fue tan pequeño y a la vez tan inmenso, en las que lo más probable es que nunca nos veamos de nuevo... En las que la forma de olvidarlo es absolutamente inexistente.

Es maravilloso cómo puede alguien hacer un cambio, dejar una huella en una vida, sin necesidad de usar mucho tiempo para ello. Es sorprenderte cómo se puede llegar a ser tan increíblemente feliz durante un instante, para luego sentir cómo un pedazo del alma es cruelmente arrancado de tus entrañas. Pero ambas sensaciones son perfectamente fusionables, aunque no lo parezca.

Él me hizo inmensamente feliz. Me hizo querer, me hizo ser querida. Hizo que todo pareciera perfecto, que aquel instante en el que tomó mi mano, en el que rozó mis labios, aquél instante en el espacio se haya sentido como fuego que quemaba mi nuca sin piedad, como rocío que apagaba de repente la sed de mi alma. Me hizo conocer el dolor de la despedida y el sabor de un último beso... Hizo el tiempo tan largo... Hizo que el reloj renunciara a ser verdugo de los segundos, de nuestros segundos, y que cada instante se multiplicara sólo para nosotros, en un abrazo tormentoso de sueños, de deseos, de amargura...

Jamás podré olvidarlo. Guardaré esa llama del recuerdo algún rincón secreto, oscuro, tan sólo mío, protegido de cualquier aguacero; y recurriré a ella tan sólo cuando las circunstancias amenacen con extinguirme... Por que tan sólo él ha podido tomar mi alma de la mano, y rescatarla del abismo de la soledad.

Jamás podré olvidarte.

Andrea Grimaldi.

De vuelta...

¡Qué bien se siente estar en casa! Acabo de regresar de Guayaquil, Ecuador. He tenido la oportunidad de viajar varias veces en mi vida, y creo que es en ésta cuando mejor me he sentido de regresar a casa.

Soy una persona feliz. Dios demuestra que me quiere todos y cada uno de los días.

Andrea Grimaldi.

sábado, septiembre 23, 2006

Soledad

Siempre he opinado que la soledad es el más triste de los caminos que el hombre puede decidirse a tomar. Es cuando ha construido un muro en lugar de un puente. La soledad es tan versátil, puede tomar tantas formas, puede moldearse a cada persona de maneras tan distintas...

Soledad es cuando el que amas está a punto de morir,
cuando es visible en su cara, en sus ojos,
cuando el orgullo se obstruye, se destruye,
y cuando su reflejo se raja, se diluye...

Soledad es cuando se fortalece la fragilidad en nuestro ser,
y cuando se refleja en cada acción, en cada nuevo amanecer,
cuando la sombra del dolor se proyecta en cada paso,
y cuando lo unico que salvaría el alma es un abrazo...

Soledad es cuando hay demasiadas emociones encontradas,
y cuando el peso del mundo grita sobre almas desamoradas,
es cuando la unica opción es un mundo oscuro, atroz,
y cuando la muerte grita a través de una silenciosa voz...

Soledad es cuando sabes que estás a punto de fallar,
y cuando, junto a tu alma, comienzas a naufragar,
soledad es cuando se niega la propia inmortalidad,
y cuando la mente se ahoga en la triste fatalidad...

Soledad es cuando el tiempo que falta es corto,
y cuando el dolor te hace ciego, te vuelve sordo,
es cuando aquél que amas está a punto de morir,
cuando es visible en su cara, y en sus ojos...


Andrea Grimaldi.

viernes, septiembre 15, 2006

Las manos de niebla

Las lágrimas de rocío nocturno acariciaban mi ventana. El gran sauce que se adueñó de mi jardín dejaba pasar apenas un tierno respiro de luna, y las tristes gotas lo magnificaban. La tierra de afuera recibía a la noche con extraños perfumes de piedra, justo antes que el viento se los llevara con su taciturna magnificencia. Aquélla melancólica noche me mantuvo en un extraño trance, quién sabe cuanto tiempo, en un letargo de memorias, de pensamientos informes, hasta que algún haz perdido que se reflejó en mi viejo espejo me sacó de mi ensimismamiento.

Decidí comenzar a alistarme. Luego de escoger cuidadosamente mi atuendo, que consistía en un tan hermoso como diminuto traje negro, zapatos italianos y una bufanda francesa, me dispuse a maquillar las arrugas y las ojeras que traicionaban mis noches en vela. Pero esta vez el cristal llamó extrañamente mi atención. Me acerqué lentamente y observé detenidamente el reflejo. El gran espejo victoriano me devolvió la mirada... pero yo no creía, o al menos no quería creer que esa imagen era realmente mía... sí, tenía mis facciones, pero no era posible que yo albergara esa mirada... no, no podía tener tanto resentimiento, tanto desorden en mi ser, tanto desprecio hacia mí misma, ahora que por fin lo tenía todo. La mujer me acusaba desde el otro lado del espejo, que me hostigaba con los ojos, me miraba como yo hubiese mirado a mi madre, que me dio por cuna una canasta de paja húmeda, media deshecha, y por techo una iglesia demacrada... como yo hubiese visto a Don José, el magnate nacional de bebidas alcohólicas, el que me exigía que satisficiera sus deseos con lazos negros en mis muñecas amoratadas... pero ese era la imagen que el vidrio me devolvía. Jamás conocí tanto a mi propia alma como lo hice aquella noche extraña.

Navegaba mi mente en tristes pensamientos y oscuros resentimientos, cuando la mano del reflejo comenzó a moverse lentamente. Digo la mano del reflejo, porque ninguno de mis músculos se contrajo en ningún momento. Yo no me movía... ¡Juro por Dios que no me he movido de aquí! Aquella mano seductora, cuya piel brillaba como la más fina arena al sol y cuyos nudillos bailaban con la misma gracia que una ninfa enamorada, aquella muñeca que ocultaba el dolor y la miseria de mis desventuras y el oscuro abismo de mis deseos, que fuera del espejo no era mano, sino espectro, tocó mi cuello con suavidad fantasmal... y los ojos de mi reflejo ardían de placer junto el fuego de la chimenea. Luego su otra mano salió del espejo y tomó el extremo de la bufanda que aún no me había puesto. Recuerdo esas manos como si aún me acariciaran... Eran manos de niebla, vacilantes, de vaho, de delirio... Después la bufanda que yacía inerte en su mano tomó vida y, con enorme lentitud, se estiró hacia arriba hasta que toco el techo, para luego enrollarse en un viejo gancho que servía de testigo y descender directamente hacia su otra mano. Mis palabras resultarían inútiles para describir con exactitud los movimientos sublimes con que el espectro colocó la bufanda alrededor de mi cuello. Hasta este punto, este ritual me parecía interminable. Y así como esos minutos me parecieron hechos de agonía infinita, pasó un sólo un segundo para que mi reflejo apretara violentamente la tela francesa alrededor de mi cuello. Luego la soltó... y mis pies amoratados se despegaron del suelo, y las manos de mi reflejo se deshicieron en mil partículas de ceniza, y se perdieron para siempre en el abismo de mi habitación.

Andrea Grimaldi.

miércoles, septiembre 13, 2006

Reloj de pena

Otro día ha acabado. Otro día se esfuma. El espectro diurno abandona su insaciable calor que se tranforma en gotas de lluvia. Mientras te despiertas, preparas el cafecito del desayuno, lees el periódico, trabajas y regresas a casa, otro día pasa altanero, con la frente en alto, sin prisas ni retrasos. ¡Cuán cegadora puede llegar a ser la rutina!

¿Estás satisfecho con lo que has hecho el día de hoy? ¿Realizaste todo lo que tenías planificado, fue tu día realmente productivo? ¿Ha pasado algo el día de hoy que justifique el uso del oxígeno? Si las respuestas son negativas... piensa dos veces antes de darle seguimiento a tu patética existencia.

Jamás dejes que pase un día de tu vida sin haber echo algo de importancia.

No existe ningún amigo más cruel que el tiempo.

Andrea Grimaldi.

miércoles, agosto 30, 2006

¡¡¡Estoy feliz!!!

Hoy he decidido sentirme feliz. Nótese la palara "sentirme" en lugar de "ser". Siempre lo hemos sabido: La meta de todo ser humano es la felicidad. Pero para ser feliz, es necesario decidirse y sentirse feliz.

Ahora llueve, gruesas lágrimas de la noche desde las estrellas, los truenos en la lontananza me hacen recordar el equilibrio que hace a la Señora Naturaleza perfecta... me recuerdan a aquella dulce azucena que sonríe a las mañanas... al mundo que amanecerá mañana con aroma a tierra húmeda, agradecida... al Volcán de Agua, presumido en su inactividad, que adorna la lejanía en mi facultad...

Quiero ser como esa flor que amanece siempre radiante, quiero respirar hondo y llenar con rocío hasta el más oscuro rincón de mi alma, quiero ser ese ser enorme, impresionante... quiero vivir como si fuesen a talarme mañana... quiero aceptar el Maravilloso Equilibrio de la Creación.

Andrea Grimaldi.

¡¡Primer post!!

¡Bienvenidos sean a mi blog!

Creo fuertemente en que el poder está en la voluntad y hoy, como mi hermano bien lo ha dicho, he decidido lanzarme al desfiladero de la escritura. Le coloco un título a la aventura, me decido a dar el primer paso y me lanzo al vacío, a la entrega de un pedacito de mi ser... sólo espero que al leer lo que escriba el ranazo que me de en el fondo no sea demasiado fuerte.. y en ese caso, creceré con cada golpe.

Gracias por leerme.

Andrea Grimaldi.

Antes del amanecer

Sí, lo sé. Se preguntarán porqué he hecho uso del inglés para darle nombre a este blog, perteneciendo éste a un idioma tan grande, tan bello, tan moldeable. No podría ser más certero Pablo Neruda al decir que los españoles se llevaron oro y nos dejaron oro. Bueno, he ahí en donde entra la razón de abrir este blog en primera instancia.

Todo proceso se realiza por etapas, que a su vez se conforman de subetapas. Ninguna rosa despierta al mundo sin antes esconder bajo un botón su fragancia y su risa. Ninguna noche nos abraza sin que antes el sol se despida desde el horizonte. No creo que Lance Armstrong jamás se haya caído de su bicicleta. Y no existe mente alguna que funcione sin ordenarse. Pues bien, es ésta mi manera transformar todos esos pensamientos huidizos y fugaces en conceptos e ideas transmitibles.

En mi humilde opinión, jamás se debe actuar sin antes haber ordenado la mente, sin prepararse, sin saber cada factor que produce una situación. Las ideas abandonadas o dejadas al tiempo se degradan, se inutilizan, se vuelven escoria, superficiales, indefinibles.

Así que espero atenta, en la oscuridad de mi refugio y de la noche. Atrapo a mi mente, con sumo cuidado organizo su esencia y luego la publico en un post.

Sólo espero lograrlo antes que amanezca.

Andrea Grimaldi.