sábado, noviembre 25, 2006

Prohibamos el amor

En una banca solitaria me hallo sentado
sin más compañía que en mis oídos el viento alado
pensando en la voz de una niña que se me ha acercado
y por un momento impávida mi alma ha dejado.

Con infinita inocencia hacia mi caminó
y su pequeña vocecita preguntó:
¿Sabe usted como seria este un mundo mejor?
Y ante mi negativa respondió:
estaríamos mejor, si prohibiéramos el amor.

No lo pude evitar, sonreí extrañado ante la sugerencia.
Me pareció curiosa, realmente extraña en esencia;
revoloteaba su vocecita en el aire con impaciencia:
Prohibir el amor, una locura era, en apariencia.

La idea daba vueltas en mi cabeza,
debido, quizá, a su evidente rareza.
Pensé en el acto que, si prohibiéramos el amor,
nada quedaría además de oscuro dolor.

Pero luego otra idea a mi mente vino:
la contradicción es parte de la cultura en la que vivo,
hacemos exactamente lo que nos está prohibido,
Eva su mal por las eras ha expandido.

Si el amor prohibiera algún gobernante
el no amar seria no menos que aberrante, torturante,
rebeldes y revolucionarios serian los amantes,
y valientes a gritos amarían, no habrían almas vacilantes.

Al oprimir bajo la ley a los corazones,
serían todos aventureros, eternamente jóvenes
y, haciendo caso omiso a las prohibiciones
construirían de amor sus propias armazones.

¿Y que pasaría con los que amando fueran pillados?
No importaría, pues por humanos serian custodiados,
que, igual que los encerrados, necesitan amar y ser amados,
y por sus mismos carceleros serian liberados.

No existiría entonces caos más hermoso que el amor,
ciudades y sembradíos inundados de pasión y de locura
habitadas por hombres que en un momento de cordura
prohibieron el amor y ahora claman por él con amargura.

Pero, ¡hermosa realidad!, el amor no está prohibido
¿porqué entonces los hombres, no amamos como es debido?
Si nos fijamos, en corazas mentales el amor es oprimido
pues estúpido es el hombre y se averguenza de su condición:
no tiene más recurso que el amor para rescatar su alma del olvido.

La niña que hoy tocó mi alma ahora juega tranquila
a las princesas que cautivas se asoman en constante vigilia
cuidando y vigilando a ésta niña que cual estrella titila,
riendo, prohibiendo el amor, derrochando amor por la vida.

Luego de estas reflexiones he tomado la decisión
de quitarme la máscara que marchita la pasión,
y de hacer un poco de uso de la imaginación:
prohibir el amor y, acto seguido
hacer caso omiso a la prohibición.

domingo, noviembre 19, 2006

Hombres sin voces

Hombres sin voces que sus gritos amortiguan,
escuchen la oda a su triste miseria,
pues soy, en esencia, sus silencios y sus anhelos
sus razones perdidas, su vana existencia.
Tan sólo escuchad, hombres sin canto
ciegos y viles, sin sonido y sin llanto
¿a qué le llaman ustedes justicia?

Hombres sin razón,
Triste rebaño por fantasías dirigido
pastores que prometen comida y abrigo,
¡Planicies enteras de promesas y olvido!
¡Enormes llanuras putrefactas y marchitas!
Democracias vacías, inútiles, ¡infinitas!
Sacuden sus coces falacias y esperanzas,
¡Entierran sus muertos con promesas de venganza!

No me vean así, falsas mentes piadosas.
¡Apiádense de ustedes, yaciendo en comunes fosas!
Ríanse, cobardes, que se oigan sus risas.
El eco les toca, les duele: ¡Les paraliza!

Y ahora aléjense un poco: el suelo está ya por arder.
He dicho lo necesario, el resto es ya de su saber.
Pues muchos sabios han desenterrado la verdad de sus almas
antes que yo,
Dulces almas de acero que algún pastor destruyó.

Despreciables son, hombres considerados,
que escuchan al moribundo suicida y demacrado
Ojalá vuelvan a su mundo sombrío y compongan un cantar...
Quizá, amigos mios, sus voces vuelvan a sonar.