martes, abril 13, 2010

Techo de lámina para aderezar.

Luego del calor tortuoso que ha durado ya un buen tiempo, nada más agradable que la brisa fresca, fría y con olor a tierra húmeda. La lluvia viene y releva al sol en el momento exacto, como una invitada muy especial. Como si la esperaran desde siempre, anuncia que está acá, dorada, acariciando cada poro y a cada inhalación. Los truenos no son amenazadores, no: son reflejos del regocijo de la tierra al recibir un baño precipitado. Pausa de labores. Grietas fusionándose. Relajación exquisita. La primera lluvia copiosa de abril es la más bienvenida de todas. Y como una dama, se retira al poco tiempo de haber arribado, y no se le ve en un buen tiempo.

7 comentarios:

MarianoCantoral dijo...

muy bueno, sintético

Luis Edgar Villagrán dijo...

Pensé que no lo publicarías.

Andrea dijo...

Me gusta la comparación con una dama.
Antes cuando llovía imaginaba que lo mejor que podía pasar era un beso bajo la lluvia, ahora que "ya soy grande" haha viene a mi mente la canción de Mayers...
Kiss the rain, whenever you need me
If your lips, feel lonely and thirsty kiss the rain, and wait for the dawn... Keep in mind, we're under the same sky!

Saludos.

Bera López dijo...

Yo disfrutaba de una gotera que caía sobre mi techo el invierno pasado… pero tal parece que no es normal que en mi cuarto haya una fuentecita alrevesada, la están arreglando y ya no puedo ver el cielo desde ahí. Creo que esperaré el invierno afuera.

Momento... ¿ya estamos en invierno?

Pablo Mariosa dijo...

Tenés un estilo de escritura delicioso.

Es una descripción, nada más que eso. Sin embargo, contiene y sugiere mucho más.

Da gusto disfrutar de la magia de la palabra cuando es expresada con talento.

Un beso grande,

Pablo

Pablo Hernández M. dijo...

Saludos. Te espero en mi nuevo blog: http://lavozdentro.blogspot.com/

Cerraré Fuego fatuo dentro de unos días pero me gustaría tenerte por el nuevo.

Que estés bien.

Pablo Hernández M.

Diego :-P dijo...

Hemos tratado muy mal a la dama de las aguas, y ahora ya no quiere volver. Los hombres la hemos violado, ultrajado y robado su dignidad. Su señor, el sol, nos castiga sin clemencia. ¡Roguémosle un poco de misericordia!