martes, julio 17, 2007

Llueve

Mengua en tres cuartos la presencia lunar que comienza a despedirse tras la nube que, velozmente, atraviesa el abismo ascendente anunciando una noche de lluvia. Pocas cosas tan placenteras existen como el olor que presagia a la lluvia.

Venus alumbra el panorama y la Luna se despide de la Tierra. Y la tierra... ¡Ah la tierra! Huele a humedad, huele a novedad. A ansiedad extendida sobre un manto ansioso por beber la tristeza copiosa de una noche de julio.

Una noche de tantas en las que llueve monotonía, en las que llueven caricias,en las que las hojas agradecen, de estar vivas, por su sed ya apagada; de estar muertas, por transformar sus venas retorcidas en la tierra húmeda sobre la que se estriba su viejo pedestal.