martes, febrero 18, 2014

Tercer día

Mis versos eran variados.
Describían pasiones fugaces
o duraderas,
dibujaban los colores diarios
y los aromas comunes,
pintaban las cosas que me encontraba por ahí,
las que siempre estuvieron
o las que atravesaron mi camino.

Luego mis versos se volvieron tuyos.
Rasgaba, contorneaba,
saboreaba tu carne usando versos
y los bañaba con lágrimas felices.
Te escribía y te amaba escribiéndote,
te era sincera escribiéndote.

Hasta que los versos se detuvieron.
Debí haberlo visto hace mucho.
Cuando los versos murieron,
mi esencia se enterraba
en las arenas del alma:
las que se supone que debía vencer.

Eventualmente uno que otro salía a luz
llamitas fugaces de esa pasión que no moría
y de esos me aferraba
para convencerme
que íbamos en el camino adecuado.

Hoy me doy cuenta que mis fugaces versos
no fueron siquiera leídos,
fueron letras que nacieron de mis dedos y murieron en mis ojos...
cuando se supone que debían morir en los tuyos.

Pero ahora se que mis versos regresarán
porque las cosas nunca dejaron de sorprenderme
los colores nunca dejaron de alegrarme la vida
y los aromas nunca se fueron de mis memorias.

La diferencia es
que ahora no gastaré más versos
en ti.