miércoles, abril 27, 2011

Él (i)


te atraigo hacia mi separando mis brazos
tu cabeza descansa sobre mis pechos;
araño suavemente tu frente relajada
y con algo de torpeza mi mano te protege del frío
rozando tu brazo.
quizá no lo has notado pero debes cuidarte:
mi pecho estallará en cualquier momento.
podría mancharse tu piel de dicha y ternura,
podrías ensordecer con los gritos de placer que reservo en mis pulmones.
quién sabe, podrías enceguecer con la luz que he acumulado en mis entrañas,
justo esa que despiden tus ojos, amor,
cuando me dicen con toda la sinceridad del mundo
que me aman...

lunes, abril 18, 2011

Puerta

Hay puertas grandes y pesadas que les gusta ser barnizadas sobre su propia podredumbre. Prefieren crecer oscuras, deformes, pero con los bordes finos. Prefieren también estar cerradas, porque nacen abiertas y en general, las talla la rebeldía. Además son pretenciosas, y entre más barniz desfilan, más lenta y silenciosamente se cierran. Su edad no les impide tener sus bisagras bien cuidadas.

Y se van cerrando. Se cierran tan lenta y silenciosamente que las personas comunes -o poco observadoras o indiferentes, que es lo mismo- no lo notan. Y es hasta que llevan ya una bonita inercia que las bisagras chillan para anunciar su victoria: es ahí cuando quizá, con mucho esfuerzo, es posible mantenerlas abiertas. Ah, pero es difícil ya. Tanta capa de barniz pútrido han hecho a estas puertas bastante pesadas. Se requiere de acciones drásticas que las personas ya conocen, pero que el tiempo a estas alturas ha difuminado, o el orgullo apaciguado. El orgullo: el que lacera, el que grita, el que derrumba.

Yo tengo una de esas puertas. Está cerrándose y no soy capaz de abrirla sola. Y una vez que se cierre, abrirla será prácticamente imposible.