viernes, septiembre 15, 2006

Las manos de niebla

Las lágrimas de rocío nocturno acariciaban mi ventana. El gran sauce que se adueñó de mi jardín dejaba pasar apenas un tierno respiro de luna, y las tristes gotas lo magnificaban. La tierra de afuera recibía a la noche con extraños perfumes de piedra, justo antes que el viento se los llevara con su taciturna magnificencia. Aquélla melancólica noche me mantuvo en un extraño trance, quién sabe cuanto tiempo, en un letargo de memorias, de pensamientos informes, hasta que algún haz perdido que se reflejó en mi viejo espejo me sacó de mi ensimismamiento.

Decidí comenzar a alistarme. Luego de escoger cuidadosamente mi atuendo, que consistía en un tan hermoso como diminuto traje negro, zapatos italianos y una bufanda francesa, me dispuse a maquillar las arrugas y las ojeras que traicionaban mis noches en vela. Pero esta vez el cristal llamó extrañamente mi atención. Me acerqué lentamente y observé detenidamente el reflejo. El gran espejo victoriano me devolvió la mirada... pero yo no creía, o al menos no quería creer que esa imagen era realmente mía... sí, tenía mis facciones, pero no era posible que yo albergara esa mirada... no, no podía tener tanto resentimiento, tanto desorden en mi ser, tanto desprecio hacia mí misma, ahora que por fin lo tenía todo. La mujer me acusaba desde el otro lado del espejo, que me hostigaba con los ojos, me miraba como yo hubiese mirado a mi madre, que me dio por cuna una canasta de paja húmeda, media deshecha, y por techo una iglesia demacrada... como yo hubiese visto a Don José, el magnate nacional de bebidas alcohólicas, el que me exigía que satisficiera sus deseos con lazos negros en mis muñecas amoratadas... pero ese era la imagen que el vidrio me devolvía. Jamás conocí tanto a mi propia alma como lo hice aquella noche extraña.

Navegaba mi mente en tristes pensamientos y oscuros resentimientos, cuando la mano del reflejo comenzó a moverse lentamente. Digo la mano del reflejo, porque ninguno de mis músculos se contrajo en ningún momento. Yo no me movía... ¡Juro por Dios que no me he movido de aquí! Aquella mano seductora, cuya piel brillaba como la más fina arena al sol y cuyos nudillos bailaban con la misma gracia que una ninfa enamorada, aquella muñeca que ocultaba el dolor y la miseria de mis desventuras y el oscuro abismo de mis deseos, que fuera del espejo no era mano, sino espectro, tocó mi cuello con suavidad fantasmal... y los ojos de mi reflejo ardían de placer junto el fuego de la chimenea. Luego su otra mano salió del espejo y tomó el extremo de la bufanda que aún no me había puesto. Recuerdo esas manos como si aún me acariciaran... Eran manos de niebla, vacilantes, de vaho, de delirio... Después la bufanda que yacía inerte en su mano tomó vida y, con enorme lentitud, se estiró hacia arriba hasta que toco el techo, para luego enrollarse en un viejo gancho que servía de testigo y descender directamente hacia su otra mano. Mis palabras resultarían inútiles para describir con exactitud los movimientos sublimes con que el espectro colocó la bufanda alrededor de mi cuello. Hasta este punto, este ritual me parecía interminable. Y así como esos minutos me parecieron hechos de agonía infinita, pasó un sólo un segundo para que mi reflejo apretara violentamente la tela francesa alrededor de mi cuello. Luego la soltó... y mis pies amoratados se despegaron del suelo, y las manos de mi reflejo se deshicieron en mil partículas de ceniza, y se perdieron para siempre en el abismo de mi habitación.

Andrea Grimaldi.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

quedo tuanix...

Anónimo dijo...

que pasó Mr. Peabody!!! tiempo si verlo

Anónimo dijo...

igualmente mi amigo chrono

Anónimo dijo...

Muy buena, aunque el estilo oscuro y macabro no me atrae particularmente, aun asi me llamo mucho la atencion esta pieza en particular

Anónimo dijo...

Pienso lo mismo que timex, quedo bastante bien.

Anónimo dijo...

diganme si al leerlo no se transportaron a un mundo oscuro, lleno de misterios y soledad... me encantata esta pieza!

Anónimo dijo...

....ma

Andrea Grimaldi dijo...

Gracias Mr. Peabody, Timex, Chrono y Anónimo por leerme, me alegro mucho que les haya gustado.

Andrea Grimaldi dijo...

...ma??

Paolo Grimaldi dijo...

Me gusta el cuento, me gusta el estilo, me facina el matiz oscuro y misterioso... pero debo confesar que me asusta lo que pudo haberte inspirado escribir algo así.

Anónimo dijo...

ME encanta!! simplemente me encanta, lo has puesto un poco más macabro de lo que lo recordaba, pero me encanto!
ME alegro que hayas decidido publicarlo, es una de tus mejores obras.