lunes, septiembre 17, 2007

Como todo en esta vida...


Razón y sentimiento. Hoy quiero imaginar un amalgama de estas magníficas potencias y denominar a la unión: Alma. Una fusión, no un ente individual.

Si cualquiera de éstas partes se ausenta, el alma detiene toda su actividad, se paraliza de frío, se fractura al temblar, justamente comparable al río que se fractura cuando lucha pues, al verse vencido, se abandona ante el invierno y se entristece en el momento justo en que detuvo su curso sublime. Sus ojos se ensombrecen de quietud, lo enjaula el frío en su propio cauce y los días pasan con lentitud... cada vez parece el horizonte albergarse con más profundidad en el tiempo que adormece al día. Mas, cuando el tiempo es apropiado, nunca antes y nunca después, las aguas se aflojan, la celda de hielo absuelve al movimiento y las horas reanudan su avance en un espumoso frenesí.

Y ven estas aguas al correr como las flores sedientas sonríen ante la fluidez reanudada; las piedras se separan en partículas diminutas, renunciando a su condición de cuerpos inertes y llorando pedazos de sí mismas, abandonando para siempre su soledad invernal.

Y al final de la travesía, cada gota furtiva le hace una precipitada reverencia al gigantesco mar, ansiosa por contemplar al ocaso en su gloriosa partida y esperar al amanecer.

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